Carlos Serres

La conducción de la vid

La vida en el viñedo no se detiene desde la misma llegada de la primavera. Más allá de que el ciclo vegetativo de la vid en esta estación continúe con su curso natural, hay un buen número de labores que obligan a mimar su desarrollo. Unas que buscan sacar lo mejor de cada planta con vistas a que, en el momento de la cosecha, la producción permita contar con las uvas necesarias tanto en calidad como en cantidad para elaborar vino.

De entre las labores propias del viñedo cabe destacar una que, si bien ya ha tenido lugar, es clave para este momento de vida primaveral: la conducción de la vid. Una tarea de obligado cumplimiento que incide en la calidad de la uva que se recogerá cuando el otoño comience a aparecer. Esta faena, íntimamente ligada con la poda, busca fundamentalmente dar forma a la vid. Una planta que, de manera natural, es una trepadora arbustiva que puede llegar a alcanzar un tamaño considerable.

Pero no es solo cuestión del tamaño. La conducción de la vid permite, además, encauzar las ramas. Un aspecto que, si bien puede parecer secundario, es fundamental para el desarrollo de las uvas. Uno que, además, establece esas diferencias entre vid y parra que tantas dudas despiertan entre los amantes del vino.

POR QUÉ UTILIZAR SISTEMAS DE CONDUCCIÓN

Lejos de ser un descubrimiento moderno, la conducción de la vid forma parte de la tradición del vino. Algo que viene heredado prácticamente desde los comienzos del cultivo de esta planta con fines vinícolas. Una tarea que le debemos a los árabes y que instauraron casi por casualidad. Sería este pueblo en la Antigüedad el que observara cómo una planta que había sido comida por ganado tras la cosecha rebrotaba en la siguiente temporada con más vigor. No solo eso: también observaron que producían racimos más grandes y frutos de mayor tamaño.

Gracias a esta casualidad, comenzaron a podar la vid como lo hacía el bocado de los caballos y cabras que la devoraban. Eliminando el follaje y la parte más delgada de los sarmientos. Una manera intuitiva que se convirtió en práctica por sus excelentes resultados en la vid.

La conducción de la vid

Lejos de estos inicios, los sistemas de conducción de la vid se han mantenido tanto por tradición como por lógica científica. Por un lado, es sabido que la planta de la vid es capaz de producir una determinada cantidad de uva y follaje según el lugar en el que esté plantada. Una capacidad marcada por el área foliar total, el porcentaje de ella que recibe luz solar y, por ende, su actividad de fotosíntesis.

Para promover que estos tres aspectos se cumplan a rajatabla, las actividades de poda de la vid son decisivas. De ellas depende tanto la calidad como la calidad de las uvas resultantes de una campaña. Y es que es gracias a estos cortes como se facilita que la superficie foliar de la planta aumente, eliminando con ella buena parte de la densidad de las hojas. Algo absolutamente decisivo para la cosecha: cuanto menor sea esta densidad, mayor será la aireación de los racimos. Añadido, la ausencia de hojas permite una mayor incidencia de la luz solar.

Pero no nos equivoquemos. La conducción de la vid no consiste en desproteger la planta de sus hojas. Estas son necesarias, también, para cobijar los racimos y permitir que las uvas tengan la cantidad de azúcares necesarios tanto en la pulpa como en los hollejos. La conducción de la vid consiste en buscar el equilibrio vegetal con la poda. Una actividad que se convierte en el arte de definir qué carga de hojas y racimos permitir en cada planta.

Algo que se planifica en las podas invernales y de las que depende, directamente, el resultado de la cosecha del año.

LOS SISTEMAS DE CONDUCCIÓN DE LA VID

Los sistema de conducción de la vid están determinados, en gran medida, por el lugar en el que se cultiva. La incidencia solar, el rango de lluvias o las temperaturas son decisivas a la hora de elegir uno u otro. En líneas generales, y más allá de las características de cada uno, se utilizan dos métodos: los sistemas libres, aquellos que carecen de estructura y que permiten una densidad elevada de plantación; y los sistemas con apoyo. Estos últimos se basan en estructuras que permiten conducir la vid y su desarrollo.

Basándonos en estos dos procedimientos, veamos cuáles son los sistemas de conducción más habituales. Unos que son fruto tanto de métodos de cultivo importados de otros países como de los centros de investigación dedicados a la vid de nuestro país.

Conducción de la vid en espaldera

Sistema de conducción en espaldera

Las cepas se disponen en hileras con una separación de, aproximadamente, metro y medio entre planta y planta. Gracias a un sistema de postes e hilos de alambre tendidos, se guía el crecimiento de la vid a través de ellos. La cantidad de alambres que se utiliza para crear la espaldera es la que define todavía más este sistema de conducción: en espaldera alta, con un altura máxima de metro ochenta; y en espaldera baja, con una altura de metro y medio. Este último sistema es el más utilizado en climas frescos con un fin: permitir que la planta esté lo más cerca posible de la tierra para que esta le irradie calor.

Sistema en arbolito

El sistema de conducción de la vid más antiguo que existe. Es, de hecho, uno de los más difundidos en el mundo. El crecimiento de la planta se determina a partir de un tronco bajo, con entre seis y ocho brazos dispuestos en forma de candelabro.

Conducción de la vid en parral

Sistema de parral

Uno de los más difundidos en países viticultores como Argentina o Chile. A través de un sistema de alambres, se lleva la planta hasta la parte superior de ellos. De esta manera, los racimos quedan cubiertos por un techo vegetal. Un sistema de conducción perfecto para zonas muy cálidas, ya que las hojas actúan como sombrilla protegiendo a los racimos del exceso de sol. Además, facilita la aireación y, por tanto, disminuye las probabilidades de contar con la visita de las plagas del viñedo.

Sistema de lira

Creado por el francés Alain Carbonneau. Un sistema de conducción basado en una estructura de espaldera doble en forma de V y con postes inclinados. La planta se conduce sobre dos brazos abiertos de forma ascendente. Un sistema perfecto para lugares de cultivo que necesiten aprovechar al máximo las horas de sol.

Diferentes sistemas de conducción de la vid con un mismo fin: conseguir, así, el mejor sabor de la tierra. Un sabor para disfrutar capturado en una botella.