Carlos Serres

La bota de vino, un clásico español

La bota de vino es, sin lugar a dudas, uno de los emblemas de nuestro país. Un accesorio que nos acompaña desde tiempos bien pasados; y que, a pesar de los años, no ha perdido un ápice de actualidad. Curiosamente, la bota de vino no es exclusiva de nuestro país. Es más: sus inicios están muy alejados de nuestras fronteras. Pero, a pesar de ello, España es el país con mayor tradición botera. Y también el único en el que la bota forma parte, casi obligatoriamente, de cualquier celebración popular.

En esencia, la bota de vino persigue permitirnos beber vino fresco. Pero, más allá de su utilidad, la bota de vino es sinónimo de muchas cosas. Es tradición, es pasado. Es fiesta, es trabajo, es artesanía. Es campo pero, también, identidad. Un buen motivo para dedicar hoy unas líneas a saber de dónde procede la bota de vino, y por qué es tan importante en nuestra cultura popular.

Y eso es, precisamente, lo que queremos hacer hoy. Ahondar en su pasado pero, también, en sus características.

LA HISTORIA DE LA BOTA DE VINO

La historia de la bota de vino supone mirar muy, muy atrás en la historia. Tanto que, una parte de sus anales, hunden las raíces en la leyenda. Algo lógico, si tenemos en cuenta que el peso del vino en la mitología es más que relevante.

Historia de la bota de vino

Y es que es precisamente en ella, en la mitología, donde encontramos las primeras referencias a las botas de vino. Unas que nos llevan a la Grecia Antigua y nada menos que a la Odisea de Homero. Un poema épico en el que se narra cómo el propio Ulises emborracha a un cíclope, Polifemo, con el vino que portaba en su bota. Cierto es que, de aquella, este accesorio recibía el nombre de odres: un recipiente hecho de cuero que servía para transportar líquidos pero, también, otros productos como la mantequilla o el queso.

Pero sin irnos tan atrás ni tan lejos, podemos encontrar un buen número de referencias a la bota de vino en nuestra propia historia. No nos referimos únicamente a la literatura del Siglo de Oro, o a las páginas del hidalgo ideado por Cervantes, El Quijote: uno de los libros en los que es posible encontrar más referencias al vino. También tuvo una página señalada en la Guerra de Cuba.

Este conflicto bélico marcó también el comienzo de la producción industrial de la bota de vino. Sería por entonces cuando, para poder equipar el ejército español de la época, se homologara su uso oficial por la Real Orden del 17 de noviembre de 1897. Una fecha que rompería la, hasta entonces, creación artesanal de la bota de vino.

¿POR QUÉ SE UTILIZA?

Lo que ha hecho popular, a lo largo de los siglos, la bota de vino en nuestro país es su increíble carácter práctico. Y es que no solo hablamos de una manera sencilla y ligera de transportar vino. También estamos hablando de un accesorio sumamente resistente y flexible.

Quizás decir que es completamente impermeable nos haría creer que es la principal razón de su uso popular. Pero no nos equivoquemos: más allá de su lista de bondades, hay una que hace de la bota de vino la compañera perfecta. Y no es otra que su increíble capacidad de mantener fresco el líquido que guarda dentro de sí.

Por último, tengamos en cuenta dos aspectos más para acabar de comprender por qué la bota de vino es un auténtico imprescindible. Por un lado, porque es sumamente higiénica. Por otro, porque es respetuosa con el medio ambiente y evita el consumo de prácticos de un solo uso.

Y, si bien este último motivo no ha sido históricamente una razón para consolidar la bota de vino en el pasado, sí puede ser uno de peso en el presente.