Carlos Serres

Historia del uso de la barrica de vino

A día de hoy, no podríamos entender el vino sin la barrica. No es únicamente un elemento fundamental en su crianza. También es, en sí mismo, un auténtico símbolo de la cultura de vino. Un recipiente icónico en el que los caldos reposan durante más o menos tiempo para vivir una transformación imprescindible en el proceso de elaboración del vino.

Y, aunque podamos creer a simple vista que la barrica de vino es un invento relativamente moderno, nada más lejos de la realidad. Sus orígenes datan de hace más de 2.000 años pero, curiosamente, su relación con vino no atesora esa misma solera. Y es que la barrica de vino no se ideó con la idea de servir para la crianza del vino y, sin embargo, es su principal utilidad a día de hoy.

Comprender la trayectoria de la barrica de vino es entender lo fascinante que es nuestra propia historia. Una crónica en la que los distintos pueblos de los que conservamos todavía buena parte de nuestras raíces dejaron su impronta.

¿CUÁNDO SE INVENTÓ LA BARRICA DE VINO?

En buena lógica, pensaríamos que la invención de la barrica de vino fue romana. Un pensamiento natural dado el peso del vino en la Antigua Roma y su empeño por llevar a todos los territorios conquistados tanto su pasión por los caldos como el empeño por educar en la viticultura. Sin embargo, en lo que respecta a la barrica de vino, los romanos fueron únicamente herederos de este tipo de recipientes. Y, en esta ocasión, el invento de la barrica de vino no está entre sus logros.

La realidad es que la barrica de vino nació de manos de los celtas. Un pueblo asentado en origen en el centro de Europa aunque, como el romano, también invadió otros territorios. Los orígenes naturales de los celtas fueron, en realidad, los causantes del nacimiento de la barrica. Hablamos de que este pueblo vivía en zonas frías, húmedas y en las que abundaban las zonas boscosas. Una clima que obligaba a buscar soluciones para almacenar bebidas y víveres con un solo objetivo: mantenerlos a salvo de las inclemencias del tiempo.

No fue el único factor que procuró la aparición de la barrica. Además de la climatología, los celtas se distinguieron por ser auténticos virtuosos en los trabajos de madera. Un bien natural que abundaba en su entorno, y que se transformó en su mejor aliado para salvaguardar sus alimentos de la humedad y de la lluvia.

Fue así como nació el germen de la barrica de vino que hoy conocemos, aunque la originaria celta guarda sustanciales diferencias con las actuales. Para empezar, su elaboración partía de ahuecar el interior de los troncos y, para preservar lo almacenado del exterior, contaba únicamente con una tapa. Con el paso del tiempo, fueron perfeccionando que sus barricas fueran más estancas. Algo que consiguieron elaborándolas mediante piezas que unían, únicamente, con aros de mimbre o de madera.

EVOLUCIÓN DE LA BARRICA

Como decíamos, la barrica celta no tenía vinculación alguna con el vino. Por el clima y su cultura, hablamos de un pueblo que elaboraba tradicionalmente cerveza. Y, de hecho, se cree que fue esta bebida la que procuró la aparición de esos barriles antiguos que han ido evolucionando con el tiempo.

Curiosamente, la barrica tardaría muchos siglos en ser adoptada por los romanos como parte de su vida diaria. Es más: a pesar de sus ventajas el transporte del vino en la Antigüedad continuó realizándose en ánforas durante muchos siglos. Algo curioso ya que, más allá de sus muchas virtudes, el ánfora presentaba un inconveniente importante: su fragilidad. Sin embargo y a pesar de este inconveniente, la barrica tardó mucho tiempo en capitalizar el protagonismo del transporte del vino. El gusto que la madera aportaba al vino de la época no era agradable para los paladares de entonces, por lo que su función de almacenaje estaba destinada a aceites e, incluso, a harinas y cereales.

Y, curiosamente, este papel secundario de la barrica duraría mucho. Tanto que bien puede decirse que no es hasta el siglo XIX cuando, realmente, la barrica se postuló como aliada en el transporte del vino. Una auténtica revolución en la que tendría mucho que ver otro hito en la historia vinícola: el transporte del vino en barco.