Carlos Serres

El vino blanco se sirve frío pero el tinto no

Solemos tener en mente un par de imágenes preestablecidas sobre los vinos: una copa de tinto a temperatura ambiente, un vino blanco con la condensación propia del frío en la copa. Una idea preconcebida que va de la mano de otro curioso comportamiento, fruto de ella: desterrar el vino tinto en los meses más cálidos, creyendo que únicamente el blanco puede quitarnos la sed por su temperatura.

Aunque la tradición avale esta tendencia, lo cierto es que la temperatura recomendada para el servicio de vinos dista mucho de estos prejuicios. Y es que los grados, lejos de ser un capricho o una decisión personal, tienen su porqué.

Un aval de garantía para disfrutar plenamente de lo más importante: que en cada cata, podamos disfrutar de los aromas y matices propios de cada vino. Una buena razón para conocer exactamente qué temperatura demanda cada vino pero, sobre todo, para romper con los tabúes.

NO TODO EL VINO BLANCO SE SIRVE FRÍO NI TODO EL TINTO A TEMPERATURA AMBIENTE

Antes de entrar en detalles específicos sobre las temperaturas necesarias para cada vino, es importante romper un primer mito: el frío en el vino tinto. A diferencia de lo que se cree, el frío en este tipo de vinos es el compañero idóneo para ajustar sus aromas y sabores. Y es que es esa temperatura algo más fresca lo que hace que la acidez se active, facilitando ese carácter refrescante que buscamos en un vino.

También es importante conocer qué temperatura exacta demandan los vinos tintos, ya que no es la misma según el tiempo de crianza de cada uno de ellos. Si bien es importante echarle un vistazo a las temperaturas recomendadas por cada bodega, sí podemos tener una guía general: entre 12 y 15 grados para los vinos más jóvenes, entre 16 y 18 para los crianzas, y en torno a los 20 grados para los reserva. Temperaturas que templan los caldos sin llegar a enfriarlos.

El vino blanco se sirve fríoSí es importante tener en cuenta que estas temperaturas no son las idóneas para realizar una cata. Si bien el frescor que le otorgaremos al vino es ideal para despertar su frescura, sí es cierto que impedirá en cierta medida poder paladear los matices más profundos y personales de un determinado caldo. Razón a tener en cuenta si lo que queremos es descubrir la personalidad de un determinado vino.

Roto el mito en lo que respecta al vino tinto, pasemos al vino blanco ya que no está exento de leyenda. Así que vayamos olvidando la idea de que lo ideal para esos caldos es servirlos muy fríos. Una aseveración en la que debemos aparcar el «muy» para entender que el frío en los blancos es una manera de paliar el exceso de acidez. Sin embargo, es importante saber que una falta de temperatura (demasiado calor) puede hacer demasiado patente el alcohol, mientras que un defecto de frío romperá nuestra percepción de equilibrio entre acidez y aroma.

Porque, al final y más allá de nuestros gustos, elegir cuidadosamente la temperatura tanto de un vino tinto como de un vino blanco nos ayudará a deleitarnos con él como se merece.

 

En su pleno esplendor, con sus matices y aromas intactos.